Marta Álvarez, que estudió Empresariales en Lugo y salió del armario con 16 años, decidió volver a su pueblo natal, Monterroso (Lugo), por la misma razón por la que se fue, el amor por una mujer.
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Desde su Granxa Maruxaina, es una de las promotoras del festival de temática queer Agrocuir, para reivindicar lo rural como un lugar de diversidad y respeto. “Nunca pensamos llegar donde hemos llegado, de hecho, ya no se puede celebrar dentro de la granja porque hay demasiada gente y, lo siento mucho, pero las vacas son lo primero”.
“Cuando llegué había como cuatro lesbianas declaradas, y ahora Monterroso es un referente de diversidad en el campo”, asegura, orgullosa de su profesión: “¡Vergüenza ninguna, no sabía lo que ligaba yo con unas vacas y un tractor!”, recuerda entre risas.
“Cuando me vine a vivir a la aldea mi madre me decía que estaba preocupada por si me rechazaban, pero no fue así. Siempre habrá alguien que diga algo, pero, en general, no he notado ningún tipo de discriminación. Aquí todos somos familia y nos conocemos. Si tienes una buena actitud y eres buena persona, colaboras y ayudas, a nadie le importa con quién te acuestas. Además, lo bonito es que no estamos en un gueto, vas a uno de los bares y te encuentras con personas de todas las edades, así acaba siendo un sitio mucho más abierto.“